Soñar es un símbolo de libertad, soñar nos inspira a ser mejores en el futuro y también, para muchos, es una trampa que nos consume, donde nosotros mismos somos los captores.
El problema no es soñar en sí mismo, si no que la manera en que soñamos. El soñar en grande puede ser aplastante y paralizante, debido a que anhelamos mucho y lo queremos ya. Puede haber muchas razones del porqué nos hacemos esta zancadilla a nosotros mismos, pero últimamente yo le echaría la culpa al marketing.
Desde antes que surgieran los influencers, ya existían celebridades, deportistas, músicos y varias categorías de personas a las que admirar y querer imitar. Ellos poseen riqueza, belleza, talento y son amados por todos o al menos es eso lo que percibimos. El marketing lo veo como una herramienta excepcional, pero que se asemeja a un arma cuyo filo ha sido utilizado por las tabacaleras, los facebooks y corporaciones malvadas varias para manipular nuestro entendimiento del mundo.
Volviendo a nuestros sueños, mi impresión es que nuestras alternativas se han vuelto binarias, es decir, un todo o nada. Percepciones como que si nuestra startup no consigue el estatus de unicornio, no sirve. Impresiones de que si no logro fama mundial al subir mi canción en YouTube a la Justin Bieber, entonces no soy nadie. Esta percepción de todo o nada es la que nos paraliza, ignoramos retroalimentación de logros o satisfacción intermedios, ya que no se alcanzó el todo aún.
La trampa es el boicot que nos hacemos al no valorar los pequeños logros, los pequeños pasos y omitimos la dificultad que ellos involucran, que en conjunto y a la larga nos llevarán a cumplir nuestros sueños. Parte de la trampa es la confusión entre el medio y el fin, confundir la felicidad de realizar una actividad con la felicidad acerca de lo que rodea a la actividad. Si quiero la fama de Justin Bieber, entonces debería preguntarme primero: ¿Me gusta cantar? ¿Estoy dispuesto a empeñar años en perfeccionar mi canto?¿Me entusiasma sólo la riqueza y la fama?
Entonces si nos enfocamos en lo pequeño y en el presente, los sueños y la felicidad se hacen alcanzables. No tenemos que esperar a cumplir determinadas condiciones para ser felices, ya que podemos actuar ya, siendo felices en el proceso.
“Quiero ser flaco, por lo tanto seré feliz siendo flaco” vs “Actuaré como lo haría un flaco, hoy (y eventualmente llegaré a ser flaco)”.
En vez de perderme siempre soñando en un futuro, puedo elegir estar en el presente. Son las pequeñas acciones del día a día las que nos definen y el cómo decidamos actuar hoy definirá nuestro futuro. En este sentido nos ayuda el ser más concretos respecto de nuestros sueños y aspiraciones, ya que es muy difícil aterrizar declaraciones vagas acerca de ellos.
“Quiero ser más saludable” → “Quiero hacer más deporte” → “Saldré a caminar 30 minutos cada día al levantarme”
Es fácil evaluar sí cumpli mi meta de salir a caminar, pero es muy difícil evaluar si “soy más saludable”
“Quiero ser más saludable” → “Quiero comer saludablemente” → “De lunes a viernes, almorzaré ensaladas”
De igual forma, es fácil verificar si cumplí mi meta de almorzar ensaladas o no.
Es un cambio de foco en la forma de pensar. El realizar acciones concretas cada día refuerzan la identidad que estamos forjando y, si bien los resultados no son inmediatos, ya podemos aprovechar los beneficios de la felicidad futura, debido a que actuamos como quien queremos ser y sabemos que si seguimos así, finalmente lo seremos.
Inspirado en Atomic Habits de James Clear y Everything is F*cked de Mark Manson.